El cerebro adicto
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En cuanto a la creatividad: Facundo Manes se pregunta y se contesta:
¿Cómo nacen las ideas creativas? Suele ser muy decepcionante escuchar la explicación que incluso un artista genial suele dar respecto de dónde salieron sus ideas. Lo que es seguro es que ninguno de los grandes creadores tuvo una idea genial sin haberle destinado muchísimo tiempo previo a pensamientos profundos y obsesivos sobre un tema determinado. De hecho, hay más relación entre obsesión y creatividad que entre coeficiencia intelectual y creatividad. Según el escultor estadounidense Richard Serra, uno no quiere terminar convertido en un esclavo de sus propios trabajos o pensamientos previos, y el modo de evitarlo es mantenerse constantemente activo y hacer preguntas sobre lo que estamos haciendo y sobre lo que no entendemos. A menudo cuando las piezas comienzan a unirse, vemos cosas que no habíamos imaginado y que pueden llevarnos por una dirección diferente. En otras palabras, en términos de creatividad, la inspiración es para aficionados.
Publicado
el 19 febrero, 2014 por Facundo Manes en diario La Nación
Uno de
los descubrimientos más notables de las neurociencias ha sido la determinación
de los circuitos de recompensa.
Se sabe
que Fedor Dostoievski escribió una de sus novelas más reconocidas, El jugador,
acosado por las deudas, el apasionamiento amoroso y el desatino. Se suele ver
el reflejo de esa pesadumbre en Alexei Ivánovich, el protagonista de la novela,
un hombre seducido por la bella Polina, pero también por el juego. Tanto, que
en los últimos párrafos se confiesa diciendo: “Si pudiera dominarme durante una
hora, sería capaz de cambiar mi destino”.
Esta
frase permite definir de manera categórica de qué hablamos cuando hablamos de
adicción, una forma particularmente peligrosa de búsqueda de placer.
La
adicción fue considerada durante mucho tiempo como una debilidad moral o una
falta de fuerza de voluntad. Por el contrario, actualmente es reconocida como
una enfermedad crónica con cambios cerebrales específicos. Así como la
enfermedad cardíaca afecta el corazón y la hepatitis, el hígado, la adicción
afecta el cerebro, lo secuestra. De hecho la palabra “adicción” deriva del
latín “esclavizado por” y se manifiesta en el anhelo por el objeto del que se
es adicto, la pérdida de control sobre su uso y la necesidad imperiosa de
continuar así a pesar de las consecuencias adversas que eso conlleva. Durante
muchos años se creía que sólo el alcohol y las drogas podían causar adicción.
Investigaciones recientes han demostrado que ciertas actividades como el juego,
las compras, el sexo, la comida e, incluso, la tecnología, también pueden
cooptar el cerebro y son registrados por éste en forma similar a las drogas y
el alcohol. El consenso científico actual sugiere que estos placeres pueden
representar múltiples expresiones de un proceso cerebral común subyacente.
Uno de
los descubrimientos más notables de las neurociencias ha sido la determinación
de los circuitos de recompensa. Se trata de mecanismos de placer que involucran
diferentes regiones cerebrales que se encuentran comunicados mediante mensajeros
químicos llamados “neurotransmisores”. La dopamina es un mensajero químico
involucrado en la motivación, el placer, la memoria y el movimiento, entre
otras funciones. En el cerebro, el placer se produce a través de la liberación
de la dopamina en el “núcleo accumbens”, una región a la cual los
neurocientíficos llaman el “centro de placer del cerebro”. Justamente la acción
de una droga adictiva funciona a partir de la influencia en ese sistema.
Como
sabemos, algunos adictos llegan a focalizarse en conseguir y disfrutar de la
droga excluyendo todos los demás aspectos de sus vidas: descuidan a su familia,
su trabajo, su propia salud. A sabiendas de que se están destruyendo a sí
mismos, siguen con el consumo de la droga y, a medida que continúan con su uso,
se hacen tolerantes. Así, las dosis que inicialmente utilizaron para
estimularse ya no son eficaces y necesitan usar una dosis más alta. En la
década de 1950, dos psicólogos canadienses, James Olds y Peter Milner, hicieron
unos experimentos muy famosos en los cuales implantaron electrodos en el
cerebro basal de las ratas y descubrieron que las drogas adictivas pueden
liberar de dos a diez veces -y de forma más rápida- la cantidad de dopamina que
las recompensas naturales.
En los
comportamientos compulsivos fallan los frenos del cerebro, aquellos que
deberían ejercer el control cognitivo.
Antes se pensaba que la experiencia del placer
era suficiente para inducir a la gente a seguir buscando una sustancia
adictiva. Pero nuevas investigaciones sugieren que la situación es más
compleja. La dopamina no sólo contribuye a la experiencia del placer, sino que
también desempeña un papel en el aprendizaje y la memoria, dos elementos clave
en la transición de consumir algo a convertirse en adicto. La investigadora
Nora Volkow, en Estados Unidos, utilizó una técnica de neuroimágenes denominada
“tomografía por emisión de positrones” para etiquetar los receptores de
dopamina en el cerebro humano y descubrió que efectivamente el funcionamiento
normal del sistema dopaminérgico cerebral parece estar afectado en el abuso
crónico de drogas. Sin embargo, este estudio planteó preguntas fundamentales a
partir de esa conclusión: ¿Son estos cambios en los receptores dopaminérgicos
de los consumidores de drogas las consecuencias del abuso en el consumo o es el
abuso de drogas una consecuencia de una predisposición biológica, lo que quiere
decir que estos cambios en los receptores dopaminérgicos están antes del
consumo de drogas.
Otro
enigma recurrente es el que plantea el comportamiento, a menudo impulsivo, de
algunos consumidores de drogas. Nuevamente se evidencia la pregunta sobre cuál
es la causa y cuál es el efecto. La vulnerabilidad genética contribuye al
riesgo de desarrollar una adicción. Los estudios de gemelos y adopción muestran
que alrededor del 40% al 60% de la susceptibilidad a la adicción es
hereditaria. Pero el comportamiento juega un papel clave, especialmente cuando
se trata de reforzar un hábito. Cada uno de nosotros tiene que tomar decisiones
acerca de si realizamos algo que queremos hacer o no (por ejemplo, desear comer
un chocolate pero no hacerlo para evitar consecuencias negativas en el mediano
plazo). A veces esto no se puede controlar, pero son más las veces que uno
puede. En las personas que son adictas, como vimos en el personaje de El
jugador, este control es muy difícil. En los comportamientos compulsivos fallan
los frenos del cerebro, aquellos que deberían ejercer el control cognitivo.
La
adicción se aprende y se almacena como memoria en el cerebro por lo que la
recuperación es un proceso lento.
La persona que es adicta no quiere serlo. Su
adicción ya le costó su trabajo, su pareja, su bienestar. Sin embargo, no puede
resistir la tentación. Como dijimos al principio, se trata de una enfermedad de
la que actualmente no existe cura. Se la debe tratar como otras enfermedades
crónicas (hipertensión, asma, cáncer) y, como tal, mantener el tratamiento ya
que, de otro modo, el paciente recae. La adicción se aprende y se almacena como
memoria en el cerebro por lo que la recuperación es un proceso lento. Incluso
después de que una persona renuncia, por ejemplo, al consumo de drogas, durante
semanas, meses, e incluso, años, la exposición al sitio de la droga, caminar
por una calle donde la compraron o tropezar con personas que siguen consumiendo
les trae un tremendo impulso a querer consumir de nuevo. Existe una serie de
tratamientos que lograron eficacia, por lo general al combinar estrategias de
autoayuda, de psicoterapia y de rehabilitación. Para algunos tipos de
adicciones, ciertos medicamentos también pueden ayudar.
En una
carta de mayo de 1867, el propio Dostoievski -no ya su personaje- le cuenta
mortificado a su esposa que todo el dinero con el que contaba lo ha perdido en
el casino. Así le describe el escritor ruso su derrotero: “Al principio perdí
muy poco, pero cuando comencé a perder, sentía deseos de desquitar lo perdido y
cuando perdí aún más, ya fue forzoso seguir jugando para recuperar aunque sólo
fuera el dinero necesario para mi partida, pero también eso lo perdí.” Y le
promete para el futuro: “De hoy en adelante voy a trabajar, voy a trabajar y
voy a demostrar de qué soy capaz.” El mismo desaliento y el mismo propósito de
enmienda de todos cuando lo que no se puede es dominarse y, de este modo,
cambiar el destino. Así y todo, pudo cumplir con eso de escribir y demostrar de
todo lo que era capaz..
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