En EDICIONES EL PAIS, Jaime Prats escribe sobre la adicción al trabajo y dice que es un problema que padecen, en distinto grado, entre el 7% y el 12% de los trabajadores. En esencia, consiste en mantener una relación patológica con algo tan elemental y básico como el trabajo, como apunta José María Vázquez-Roel, responsable del centro Capistrano, especializado en el tratamiento de las adicciones.
El propio Vázquez-Roel apunta que en el 30% de los casos que atienden por abuso de cocaína, el problema principal es la adicción al trabajo.
Un equipo de investigadores dirigidos por Del Líbano y colegas de la Universidad de Utrecht el pasado mes de febrero en la revista Psicothema, ha demostrado que la adicción al trabajo es un concepto negativo, ya que a mayor adicción existe una menor felicidad y una peor percepción de la salud que tienen estas personas.
En ello abunda José María Vázquez-Roel desde una perspectiva más clínica, fruto de la experiencia del tratamiento a decenas de pacientes: “El trabajo les destroza la vida, viven sólo por y para trabajar, por lo que su vida se convierte en algo absolutamente unidimensional. Sacrifican todo lo demás, ya sean aspectos tan importantes como la salud o la familia”.
“Es gente que no puede dejar de trabajar y que si lo hace se siente ansiosa y culpable” apunta Del Líbano.
“No saben qué hacer si no tienen trabajo y se aseguran tener siempre algo pendiente para poder mantener esta actividad de forma constante”, añade. “Son sensaciones similares al síndrome de abstinencia de los consumidores de drogas”, pero con una diferencia muy importante, “a un alcohólico se le puede prohibir que siga bebiendo, pero a un adicto al trabajo no le puedes impedir que siga trabajando”.
Su perfil suele ser el de personas de 35 a 45 años que han alcanzado puestos de responsabilidad en sus empresas y que desempeñan tareas calificadas. “Este tipo de trabajo proporciona mucha autonomía a la persona, de forma que puede dilatar a su voluntad los horarios de trabajo e imponerse las cargas laborales que quiera asumir”, comenta el investigador de la Universidad Jaume I.
Desconexión y placer. Pero, además, se trata de personas con funciones “que ofrecen posibilidad de crecer, de potenciar la creatividad, de aprender, desarrollarse, evolucionar”, características todas ellas muy estimulantes y con una potencial carga adictiva elevada. “Hay que tener en cuenta que, al igual que cualquier sustancia química que crea dependencia, esta actividad proporciona placer, alivio, una desconexión del mundo real, como sucede con los ludópatas o adictos al sexo”, indica José María Vázquez-Roel. “La adicción apenas se da en trabajos rutinarios, ya que una labor menos cualificada ofrece menos retos y suele tener horarios más rígidos, además de que no puedes trabajar si no estás en la empresa o la fábrica”, añade Del Líbano.
“Yo diría que existen dos perfiles del adicto al trabajo”, comenta el responsable de la clínica Capistrano. “Por un lado están los obsesivos, personas muy perfeccionistas y exigentes que no saben delegar y quieren tener el control de todo; por otro, los narcisistas, que es gente muy ambiciosa y cegada por la obtención de poder”.
Entre estos últimos, el responsable del centro de rehabilitación destaca a los políticos. “De hecho –apunta- ahora mismo tenemos a alguno de ellos en tratamiento; la política es muy adictiva”. La adicción no distingue entre sexos, según el investigador de la Universidad de Castellón. “Últimamente hay una mayor proporción de trabajadoras afectadas, pero ello se debe al mayor acceso de la población femenina a altos cargos”.
A corto plazo, este tipo de personas ofrece un excelente rendimiento, de forma que, a primera vista, pueden resultar un perfil muy atractivo en los procesos de selección de personal. “Hasta hace poco era gente muy solicitada”, admite Del Líbano.
Sin embargo, a medio plazo, el ritmo de trabajo tan elevado que se imponen estos trabajadores y los retos tan ambiciosos a los que aspiran provocan que, al final, no puedan con las metas que se marcan. “Es gente que acaba comiendo mal, cuidándose poco, durmiendo de forma insuficiente...´, por lo que su rendimiento cae en picado. Se acaban convirtiendo en un problema para sus empresas”, añade José María Vázquez-Roel, que introduce un nuevo elemento: el mal ambiente que acaban generando.
Entorno competitivo. Se trata de personas muy competitivas que fuerzan a su entorno a seguir un ritmo muy elevado, que no saben delegar ni trabajar en equipo, por lo que cada vez se encuentran más aislados, de forma que generan un ambiente en sus empresas muy negativo y una tensión constante en sus relaciones con el resto de compañeros, como destaca Del Líbano.
A ello se suman los problemas personales que padecen en sus relaciones sociales, al reducir el círculo de amistades por no dedicar tiempo más que al trabajo, así como en su entorno familiar.
“Hay estudios en Estados Unidos que reflejan una tasa de divorcios más elevadas en gente con este tipo de problema”, según el investigador de la Jaume I, pero también tiene más riesgo de sufrir problemas de salud (cardiovasculares, gastrointestinales, incluso diabetes por episodios de estrés o emocionales).
Del Líbano advierte que es importante no confundir la adicción al trabajo con el compromiso con la empresa, que es “un concepto positivo”. La diferencia fundamental entre estos dos comportamientos consiste en que las personas comprometidas, además de ser eficientes, tienen capacidad de desconectar de la vorágine laboral. Y es esta habilidad la que les permite descansar y, al volver al trabajo, mantener elevadas tasas de productividad.
“Es gente que sabe mantener el equilibrio entre el trabajo y su vida personal, de forma que el exceso de trabajo no les afecta a sus relaciones sociales ni familiares”, apunta Del Líbano.
No sólo sobre fórmulas de recuperación y cómo afectan a la productividad y el bienestar psicológico de los trabajadores; también trata de determinar cuáles son las claves que permiten a determinadas personas compatibilizar elevados ritmos de trabajo con un buen rendimiento, mientras otras personas caen en la ansiedad y la ineficiencia.
Una de las estrategias que ayudan a recuperarse del estrés laboral es el distanciamiento psicológico, que consiste, por ejemplo, en irse de viaje o realizar actividades que sirvan de descanso mental como puede ser jugar con los niños.
Los llamados procesos de relajación fisiológica (masajes, balnearios, yoga), o las denominadas experiencias de dominio, que consisten en desarrollar actividades fuera del trabajo que supongan un desafío, como puede ser actividades deportivas o el aprendizaje de una afición. A ellas añade las experiencias de control: actos en los que la persona sienta que lleva las riendas y que puede elegir, que pueden ser tan simples como ir a la compra.
En todo caso, no existen reglas genéricas que sirvan para todo el mundo. “Hay a quien le bastan 10 minutos de relajación para recuperarse, y quien necesita una hora”, apunta Cifre.
El propio Vázquez-Roel apunta que en el 30% de los casos que atienden por abuso de cocaína, el problema principal es la adicción al trabajo.
Un equipo de investigadores dirigidos por Del Líbano y colegas de la Universidad de Utrecht el pasado mes de febrero en la revista Psicothema, ha demostrado que la adicción al trabajo es un concepto negativo, ya que a mayor adicción existe una menor felicidad y una peor percepción de la salud que tienen estas personas.
En ello abunda José María Vázquez-Roel desde una perspectiva más clínica, fruto de la experiencia del tratamiento a decenas de pacientes: “El trabajo les destroza la vida, viven sólo por y para trabajar, por lo que su vida se convierte en algo absolutamente unidimensional. Sacrifican todo lo demás, ya sean aspectos tan importantes como la salud o la familia”.
“Es gente que no puede dejar de trabajar y que si lo hace se siente ansiosa y culpable” apunta Del Líbano.
“No saben qué hacer si no tienen trabajo y se aseguran tener siempre algo pendiente para poder mantener esta actividad de forma constante”, añade. “Son sensaciones similares al síndrome de abstinencia de los consumidores de drogas”, pero con una diferencia muy importante, “a un alcohólico se le puede prohibir que siga bebiendo, pero a un adicto al trabajo no le puedes impedir que siga trabajando”.
Su perfil suele ser el de personas de 35 a 45 años que han alcanzado puestos de responsabilidad en sus empresas y que desempeñan tareas calificadas. “Este tipo de trabajo proporciona mucha autonomía a la persona, de forma que puede dilatar a su voluntad los horarios de trabajo e imponerse las cargas laborales que quiera asumir”, comenta el investigador de la Universidad Jaume I.
Desconexión y placer. Pero, además, se trata de personas con funciones “que ofrecen posibilidad de crecer, de potenciar la creatividad, de aprender, desarrollarse, evolucionar”, características todas ellas muy estimulantes y con una potencial carga adictiva elevada. “Hay que tener en cuenta que, al igual que cualquier sustancia química que crea dependencia, esta actividad proporciona placer, alivio, una desconexión del mundo real, como sucede con los ludópatas o adictos al sexo”, indica José María Vázquez-Roel. “La adicción apenas se da en trabajos rutinarios, ya que una labor menos cualificada ofrece menos retos y suele tener horarios más rígidos, además de que no puedes trabajar si no estás en la empresa o la fábrica”, añade Del Líbano.
“Yo diría que existen dos perfiles del adicto al trabajo”, comenta el responsable de la clínica Capistrano. “Por un lado están los obsesivos, personas muy perfeccionistas y exigentes que no saben delegar y quieren tener el control de todo; por otro, los narcisistas, que es gente muy ambiciosa y cegada por la obtención de poder”.
Entre estos últimos, el responsable del centro de rehabilitación destaca a los políticos. “De hecho –apunta- ahora mismo tenemos a alguno de ellos en tratamiento; la política es muy adictiva”. La adicción no distingue entre sexos, según el investigador de la Universidad de Castellón. “Últimamente hay una mayor proporción de trabajadoras afectadas, pero ello se debe al mayor acceso de la población femenina a altos cargos”.
A corto plazo, este tipo de personas ofrece un excelente rendimiento, de forma que, a primera vista, pueden resultar un perfil muy atractivo en los procesos de selección de personal. “Hasta hace poco era gente muy solicitada”, admite Del Líbano.
Sin embargo, a medio plazo, el ritmo de trabajo tan elevado que se imponen estos trabajadores y los retos tan ambiciosos a los que aspiran provocan que, al final, no puedan con las metas que se marcan. “Es gente que acaba comiendo mal, cuidándose poco, durmiendo de forma insuficiente...´, por lo que su rendimiento cae en picado. Se acaban convirtiendo en un problema para sus empresas”, añade José María Vázquez-Roel, que introduce un nuevo elemento: el mal ambiente que acaban generando.
Entorno competitivo. Se trata de personas muy competitivas que fuerzan a su entorno a seguir un ritmo muy elevado, que no saben delegar ni trabajar en equipo, por lo que cada vez se encuentran más aislados, de forma que generan un ambiente en sus empresas muy negativo y una tensión constante en sus relaciones con el resto de compañeros, como destaca Del Líbano.
A ello se suman los problemas personales que padecen en sus relaciones sociales, al reducir el círculo de amistades por no dedicar tiempo más que al trabajo, así como en su entorno familiar.
“Hay estudios en Estados Unidos que reflejan una tasa de divorcios más elevadas en gente con este tipo de problema”, según el investigador de la Jaume I, pero también tiene más riesgo de sufrir problemas de salud (cardiovasculares, gastrointestinales, incluso diabetes por episodios de estrés o emocionales).
Del Líbano advierte que es importante no confundir la adicción al trabajo con el compromiso con la empresa, que es “un concepto positivo”. La diferencia fundamental entre estos dos comportamientos consiste en que las personas comprometidas, además de ser eficientes, tienen capacidad de desconectar de la vorágine laboral. Y es esta habilidad la que les permite descansar y, al volver al trabajo, mantener elevadas tasas de productividad.
“Es gente que sabe mantener el equilibrio entre el trabajo y su vida personal, de forma que el exceso de trabajo no les afecta a sus relaciones sociales ni familiares”, apunta Del Líbano.
No sólo sobre fórmulas de recuperación y cómo afectan a la productividad y el bienestar psicológico de los trabajadores; también trata de determinar cuáles son las claves que permiten a determinadas personas compatibilizar elevados ritmos de trabajo con un buen rendimiento, mientras otras personas caen en la ansiedad y la ineficiencia.
Una de las estrategias que ayudan a recuperarse del estrés laboral es el distanciamiento psicológico, que consiste, por ejemplo, en irse de viaje o realizar actividades que sirvan de descanso mental como puede ser jugar con los niños.
Los llamados procesos de relajación fisiológica (masajes, balnearios, yoga), o las denominadas experiencias de dominio, que consisten en desarrollar actividades fuera del trabajo que supongan un desafío, como puede ser actividades deportivas o el aprendizaje de una afición. A ellas añade las experiencias de control: actos en los que la persona sienta que lleva las riendas y que puede elegir, que pueden ser tan simples como ir a la compra.
En todo caso, no existen reglas genéricas que sirvan para todo el mundo. “Hay a quien le bastan 10 minutos de relajación para recuperarse, y quien necesita una hora”, apunta Cifre.
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