ALEXITIMIA

Desde Cre-In® sabemos que el Coaching Creativo ayuda a la verbalización y a poder hacer foco en la causa de nuestros problemas. La sociedad actual vive mal, pero depende de cada uno, vivir mejor.
La ALEXITIMIA es el problema que padecen mucha personas que no pueden hablar de lo que sienten. Y aun peor: no son capaces siquiera de reconocer sus sentimientos, los matices de la emoción. Lo que no logran decir busca otras vías de escape, a través del cuerpo: desde úlceras y problemas respiratorios hasta adicciones y trastornos de la alimentación.
Eduardo Chaktoura para La Revista de La Nación escribió un excelente artículo que transcribo en parte:
"Cuando peleo con mi marido, siento mareos y me trago la bronca". "Los fines de semana no puedo conmigo: me pongo ansioso, como enjaulado". "Mi mujer dice que vivo en la mía, que no soy demostrativo ni con ella ni con los chicos. No entiendo el reclamo". "Cuando murió mi madre, no lloré". "Está todo bien, no sé por qué me mandaron acá". Estos son algunos de los testimonios de los pacientes que llegan al consultorio con problemas gastrointestinales, presión arterial, asma, artritis. El listado de enfermedades se extiende y, en muchos casos, los trastornos pueden convertirse en cuadros clínicos severos y riesgosos. Detrás de estos síntomas suele esconderse un denominador común: la alexitimia, una palabra que deriva del griego y que significa "sin palabras para los afectos o sentimientos" (a: sin; lexis: palabra, léxico; timio: afecto).

"En sí misma, la alexitimia no es una enfermedad: es una traba o limitación que tienen ciertas personas para vivir bien consigo mismo y con los demás", anticipa el doctor Roberto Sivak, médico psiquiatra y psicoanalista, coordinador del equipo de Psicosomática de la División Salud Mental del Hospital Alvarez.

Hay quienes parecen incapaces de expresar verbalmente las emociones, debido a la dificultad que tienen para identificar, entender o describir lo que sienten.

Cuántas veces dijimos: "No tengo palabras", "me siento extraño", "tengo un nudo en la panza", "se me cierra la garganta", "me falta el aire", "no sé qué me pasa" o, simplemente, no nos dimos por enterados de que dentro de nosotros se estaba librando una batalla. Esas palabras que no llegan, esos sentimientos que no reconocemos, son pasajes de ida a un mundo donde reinan la confusión, la insatisfacción, las apariencias.

"Los alexitímicos son correctos, extremadamente aplicados. Suelen ser reservados, aislados, con pocos amigos y limitadas capacidades de esparcimiento. Suelen sentirse perdidos o ansiosos los fines de semana, cuando disminuyen los compromisos habituales", puntualiza el doctor Sivak, en busca de un perfil aproximado.

"Las personas con tendencia a la alexitimia son muy responsables y cumplidoras con sus actividades laborales. Las amas de casa, por demás cuidadosas con las tareas y el orden doméstico. Son indicios de sobreadaptación en un escenario de pseudonormalidad", advierte la psicóloga. Es que siempre en las personas hay mecanismos para la defensa o la supervivencia.

Fantasías limitadas
Las personas con alexitimia suelen tener un pensamiento simbólico reducido o ausente. Esto no significa que tengan limitaciones intelectuales, sino que no hay suficiente capacidad para fantasear o salir en busca de recursos.

La mayoría de los investigadores creen que los alexitímicos sueñan poco y nada o, a lo sumo, el contenido de sus sueños es pobre y realista por culpa de esta limitación de la vida imaginaria. La falta de palabras, la reducida capacidad fantasiosa y expresiva, parece convertirlos en personas impulsivas.

Imaginemos un volcán. Si la montaña tuviera posibilidades de decir: "Estoy enojada, muy enojada; no quiero esto para mí pero... allá va mi enojo", mucho más leve sería la erupción. Quien no reconoce lo que siente o le faltan las palabras para explicarlo, será muy posible que caiga en "erupciones" como expresiones de conflicto.

Los alexitímicos suelen convertirse en personas agresivas con el entorno, pero fundamentalmente consigo mismas.

"Es recurrente ver casos de adicción al alcohol o consumo de drogas frente a situaciones de estrés o de gran tensión", explica Wiater. El doctor Sivak resalta la importancia de este aspecto: "Son personas que suelen tener un historial de molestias físicas. De hecho, es muy común que tiendan a la automedicación para paliar eso que tanto los aqueja. Los ansiolíticos suelen ser buscados por su rápido efecto ante cuadros de ansiedad, por conflictos que la persona con alexitimia no termina de registrar ni comprender". Según la licenciada Wiater, "con pastillas, alcohol, drogas, pareciera que la persona con alexitimia necesita anestesiar el afecto para no sentir".

La alexitimia guarda relación con el estrés, la ansiedad y la depresión. Sin embargo, en cada caso juega papeles distintos.

"La alexitimia suele ser una respuesta natural ante situaciones de estrés agudo o trauma psíquico; producto de catástrofes, muerte violenta de personas cercanas, tortura, abuso sexual, entre otras - explica Sivak-. En estos casos límite se registra una suerte de anestesia y retraimiento emocional. Es un modo de protección del psiquismo que puede quedar como secuela", advierte el psiquiatra, a la hora de empezar a entender esta dificultad como factor de riesgo patológico.

Los pacientes alexitímicos son propensos a padecer ansiedad crónica, por esta imposibilidad de alcanzar una definición concreta de sus emociones. Por otro lado, es muy común confundir ciertos síntomas de la alexitimia con la depresión. Una cosa es no poder expresar lo que uno siente y la otra es no tener deseos de sentir.

Palabras para no enfermar
Pocos se animan hoy a cuestionar la relación entre lo psíquico y lo somático. Cuerpo y mente se han integrado para hablar de la salud del hombre. Es de avanzada entender que todo trastorno o enfermedad es un fenómeno físico, psicológico y cultural.

"En las enfermedades psicosomáticas hablamos de factores de riesgo y de multicausalidad -explica Wiater-; y la alexitimia podría ser un factor de vulnerabilidad frente a situaciones de sobrecarga psíquica en las que se responde con el cuerpo."

Sivak completa la respuesta: "Podemos decir que la alexitimia es un factor de predisposición comprobado para una frecuencia elevada y de mayor gravedad en ciertas enfermedades".

"Ulcera duodenal, anorexia nerviosa, obesidad, artritis reumatoidea, asma bronquial, alcoholismo, abuso de drogas"; este sería el ranking de enfermedades recurrentes por efecto de la alexitimia, tal como concuerdan Sivak y Wiater.

Estos cuadros son abordados cada día en el hospital, privilegiando las actividades grupales y la prevención, en la que deben tenerse en cuenta la interconsulta y el trabajo interdisciplinario.

Aprender a sentir y a comunicar
Como siempre, el primer paso es un diagnóstico apropiado. Luego, los médicos abordarán cada aspecto clínico desde su especialidad y, en forma conjunta, será clave el trabajo psicoterapéutico. Tanto en terapias individuales como en grupales, lo que se intenta es trabajar sobre los "significados emocionales".

El psiquiatra chileno Fernando Lolas subraya en la obra de Sivak y Wiater que "el sistema verbal es un constituyente esencial del afecto, tanto en sus dimensiones conscientes como en las inconscientes". El ser humano necesita verbalizar sus sentimientos y emociones, convertir en palabra y en diálogo sus afectos. "El diálogo es con uno mismo, con los otros, con el pasado, con el futuro", dice Lolas.

El diálogo es la concreción, la puesta en acto de las emociones. Primero uno conoce, reconoce, identifica; luego lo representa, lo simboliza, le pone palabras. Por esto, médicos y terapeutas deben enseñarle al paciente a descubrir las conexiones que existen entre sus reacciones físicas y sus afectos. Y para que esto sea posible, habrá que ofrecerle nuevas herramientas y recursos para ganar en flexibilidad e imaginación.

WORKALCOHOLIC… Adictos al Trabajo

En EDICIONES EL PAIS, Jaime Prats escribe sobre la adicción al trabajo y dice que es un problema que padecen, en distinto grado, entre el 7% y el 12% de los trabajadores. En esencia, consiste en mantener una relación patológica con algo tan elemental y básico como el trabajo, como apunta José María Vázquez-Roel, responsable del centro Capistrano, especializado en el tratamiento de las adicciones.

El propio Vázquez-Roel apunta que en el 30% de los casos que atienden por abuso de cocaína, el problema principal es la adicción al trabajo.

Un equipo de investigadores dirigidos por Del Líbano y colegas de la Universidad de Utrecht el pasado mes de febrero en la revista Psicothema, ha demostrado que la adicción al trabajo es un concepto negativo, ya que a mayor adicción existe una menor felicidad y una peor percepción de la salud que tienen estas personas.

En ello abunda José María Vázquez-Roel desde una perspectiva más clínica, fruto de la experiencia del tratamiento a decenas de pacientes: “El trabajo les destroza la vida, viven sólo por y para trabajar, por lo que su vida se convierte en algo absolutamente unidimensional. Sacrifican todo lo demás, ya sean aspectos tan importantes como la salud o la familia”.

“Es gente que no puede dejar de trabajar y que si lo hace se siente ansiosa y culpable” apunta Del Líbano.

“No saben qué hacer si no tienen trabajo y se aseguran tener siempre algo pendiente para poder mantener esta actividad de forma constante”, añade. “Son sensaciones similares al síndrome de abstinencia de los consumidores de drogas”, pero con una diferencia muy importante, “a un alcohólico se le puede prohibir que siga bebiendo, pero a un adicto al trabajo no le puedes impedir que siga trabajando”.

Su perfil suele ser el de personas de 35 a 45 años que han alcanzado puestos de responsabilidad en sus empresas y que desempeñan tareas calificadas. “Este tipo de trabajo proporciona mucha autonomía a la persona, de forma que puede dilatar a su voluntad los horarios de trabajo e imponerse las cargas laborales que quiera asumir”, comenta el investigador de la Universidad Jaume I.

Desconexión y placer. Pero, además, se trata de personas con funciones “que ofrecen posibilidad de crecer, de potenciar la creatividad, de aprender, desarrollarse, evolucionar”, características todas ellas muy estimulantes y con una potencial carga adictiva elevada. “Hay que tener en cuenta que, al igual que cualquier sustancia química que crea dependencia, esta actividad proporciona placer, alivio, una desconexión del mundo real, como sucede con los ludópatas o adictos al sexo”, indica José María Vázquez-Roel. “La adicción apenas se da en trabajos rutinarios, ya que una labor menos cualificada ofrece menos retos y suele tener horarios más rígidos, además de que no puedes trabajar si no estás en la empresa o la fábrica”, añade Del Líbano.

“Yo diría que existen dos perfiles del adicto al trabajo”, comenta el responsable de la clínica Capistrano. “Por un lado están los obsesivos, personas muy perfeccionistas y exigentes que no saben delegar y quieren tener el control de todo; por otro, los narcisistas, que es gente muy ambiciosa y cegada por la obtención de poder”.

Entre estos últimos, el responsable del centro de rehabilitación destaca a los políticos. “De hecho –apunta- ahora mismo tenemos a alguno de ellos en tratamiento; la política es muy adictiva”. La adicción no distingue entre sexos, según el investigador de la Universidad de Castellón. “Últimamente hay una mayor proporción de trabajadoras afectadas, pero ello se debe al mayor acceso de la población femenina a altos cargos”.

A corto plazo, este tipo de personas ofrece un excelente rendimiento, de forma que, a primera vista, pueden resultar un perfil muy atractivo en los procesos de selección de personal. “Hasta hace poco era gente muy solicitada”, admite Del Líbano.

Sin embargo, a medio plazo, el ritmo de trabajo tan elevado que se imponen estos trabajadores y los retos tan ambiciosos a los que aspiran provocan que, al final, no puedan con las metas que se marcan. “Es gente que acaba comiendo mal, cuidándose poco, durmiendo de forma insuficiente...´, por lo que su rendimiento cae en picado. Se acaban convirtiendo en un problema para sus empresas”, añade José María Vázquez-Roel, que introduce un nuevo elemento: el mal ambiente que acaban generando.

Entorno competitivo. Se trata de personas muy competitivas que fuerzan a su entorno a seguir un ritmo muy elevado, que no saben delegar ni trabajar en equipo, por lo que cada vez se encuentran más aislados, de forma que generan un ambiente en sus empresas muy negativo y una tensión constante en sus relaciones con el resto de compañeros, como destaca Del Líbano.

A ello se suman los problemas personales que padecen en sus relaciones sociales, al reducir el círculo de amistades por no dedicar tiempo más que al trabajo, así como en su entorno familiar.

“Hay estudios en Estados Unidos que reflejan una tasa de divorcios más elevadas en gente con este tipo de problema”, según el investigador de la Jaume I, pero también tiene más riesgo de sufrir problemas de salud (cardiovasculares, gastrointestinales, incluso diabetes por episodios de estrés o emocionales).

Del Líbano advierte que es importante no confundir la adicción al trabajo con el compromiso con la empresa, que es “un concepto positivo”. La diferencia fundamental entre estos dos comportamientos consiste en que las personas comprometidas, además de ser eficientes, tienen capacidad de desconectar de la vorágine laboral. Y es esta habilidad la que les permite descansar y, al volver al trabajo, mantener elevadas tasas de productividad.

“Es gente que sabe mantener el equilibrio entre el trabajo y su vida personal, de forma que el exceso de trabajo no les afecta a sus relaciones sociales ni familiares”, apunta Del Líbano.

No sólo sobre fórmulas de recuperación y cómo afectan a la productividad y el bienestar psicológico de los trabajadores; también trata de determinar cuáles son las claves que permiten a determinadas personas compatibilizar elevados ritmos de trabajo con un buen rendimiento, mientras otras personas caen en la ansiedad y la ineficiencia.

Una de las estrategias que ayudan a recuperarse del estrés laboral es el distanciamiento psicológico, que consiste, por ejemplo, en irse de viaje o realizar actividades que sirvan de descanso mental como puede ser jugar con los niños.

Los llamados procesos de relajación fisiológica (masajes, balnearios, yoga), o las denominadas experiencias de dominio, que consisten en desarrollar actividades fuera del trabajo que supongan un desafío, como puede ser actividades deportivas o el aprendizaje de una afición. A ellas añade las experiencias de control: actos en los que la persona sienta que lleva las riendas y que puede elegir, que pueden ser tan simples como ir a la compra.

En todo caso, no existen reglas genéricas que sirvan para todo el mundo. “Hay a quien le bastan 10 minutos de relajación para recuperarse, y quien necesita una hora”, apunta Cifre.