Los nuevos adictos...

Antes que nada, cabe aclarar que hablamos de adicciones muchas veces pero en realidad muchas son más conductas compulsivas que se hacen adictivas, que adicciones en sí mismas.
Igual, es interesante establecer como lo decimos siempre que ADICTO significa Sin Palabra.
Cualquier persona que se hace adicta ya sea a una sustancia o a través de una conducta compulsiva como jugar, comprar, mirar vidas de otros en la web sin parar, fumar (compulsión oral)... usa la adicción como canalizador de una angustia no verbalizada. Es decir, lo que no se pone en palabras se pone en actos.
Una persona que dice "estar bien" todos los días mirando fotos y bajando Fw en la computadora, está tapando sus angustias y problemas en una suerte de encierro disimulado de tecnología y modernidad. Otros, lo harán en un Casino o un Tragamonedas. Diciendo que el lugar es agradable y socialmente interesante. Lo cierto es que eso que "se oculta" como sentimiento o emoción está puesto en el acto de perder el control en una ámbito que no es malo en sí mismo, sino que se convierte en perverso por el abuso.
En un artículo de Clarín dicen que hay una nueva categoría de adictos, los Adictos a la Web: un mal de esta época con riesgo de ser epidemia. Su autor, Diego Geddes asegura que es un problema serio que todavía se da en proporción baja. Pero los especialistas coinciden en que cada vez hay más casos. Tiene rasgos comunes a otras adicciones, como a las drogas o al alcohol.
Los doctores Dimitri Christakis y Megan Moreno, de la Universidad de Washington, EE. UU., se preguntan ya si la adicción a Internet no se convertirá en la epidemia del siglo XXI, como la diabetes y la obesidad."Los niveles de afectación son cada vez más crecientes y preocupantes, sobre todo en jóvenes", admite el psiquiatra Alfredo Cía. "Es un problema serio, que todavía se da en una proporción baja", reconoce el psiquiatra Hugo Marietan. No necesariamente por estar muchas horas frente a la computadora uno se convierte en un adicto, pero los especialistas coinciden en que hay cada vez más casos. ¿Es posible comparar la adicción a Internet con la adicción a las drogas o al alcohol? "Por supuesto que se puede hablar de adicción: la persona posterga actividades que estaban dentro de su rutina habitual (estudio, trabajo, amistades) y encuentra todo eso en el aislamiento que le da la computadora", dice Marietán."Hay rasgos comunes con otros tipo de adicciones -agrega Cía- como la necesidad de dosis crecientes para obtener la misma dosis de placer o la abstinencia, que puede generar un estado de irritabilidad, agresividad, ansiedad o depresión". Para el psiquiatra Wilbur Grimson, la comparación con otras adicciones funciona como metáfora. "En las adicciones comunes, como alcohol o drogas, ingresa una sustancia al cuerpo, mientras que con Internet lo que tenemos es un estímulo. En los dos casos todo ronda en una demanda que no puede ser satisfecha". "El uso de la computadora es en sí mismo inocuo, e incluso hasta está avalado socialmente. Lo que podemos lograr es un estado psicológico en el que no sentimos nuestras angustias; eso sí se emparenta con el efecto de las adicciones", detalla el psiquiatra Pedro Horvat.

Alcohorexia: El mix explosivo de alcohol + anorexia.

En un artículo de Valeria Román para Clarín dice que:“Autoridades sanitarias y especialistas en adicciones están preocupados por una moda peligrosa que crece: adolescentes y jóvenes de hasta 25 años sufren de anorexia combinada con un consumo excesivo de alcohol. Una mezcla que se conoce popularmente como "alcohorexia", y que ya se detectó en otros países, como los Estados Unidos.
Según la psicóloga Alejandra Moskalonek, de la Subcretaría de Atención a las adicciones del Ministerio de Desarrollo Social del Gobierno de la provincia de Buenos Aires. "Toman para no comer, porque suponen equivocadamente que el alcohol quema las grasas. Pueden sufrir descompensaciones clínicas. Además, el alcohol los duerme, los vuelve agresivos, o más tristes. Y la supuesta inapetencia es irreal, y les puede causar gastritis".
En la nota aclaran que el problema se diferencia de la anorexia común, en la que se evita el alcohol para reducir al máximo las calorías. Mientras que en la "alcohorexia", la persona no está dispuesta a dejar de beber, pero tampoco a aceptar que las calorías de la bebida le hacen aumentar de peso.
Para el investigador en epidemiología psiquiátrica del Conicet, Hugo Míguez, hay otro factor que está influyendo en la emergencia de la "alcohorexia": "A la presión de tener un cuerpo flaco y un buen desempeño social, se le suma ahora el marketing de nuevas bebidas alcohólicas, como las que mezclan vodka con limón o los vinos espumantes, que apuntan a la progresiva alcoholización de las chicas".

Podemos hablar de marketing, de moda, de tendencia, de adolescentes diferentes… pero mi pregunta será siempre la misma: ¿los padres, donde están?
Un padre ve si su hijo viene alcoholizado, si no desayuna, si no come bien… dónde están los padres responsables de los hijos que no pidieron venir a este mundo sino que fueron traídos a él. Sería bueno pensar que adultos tenemos para saber que adolescentes encontramos.

Los chicos nacen bien… los padres los arruinan

Siempre digo esta frase en mis talleres. Lo digo de manera “chistosa” pero estoy convencida de ello. Porque cuando uno ha estado frente al aula en primaria, secundaria, universidad y talleres empresariales o hace coaching sabe que atrás de todos los “dramas” que se ven o se cuentan están los padres…
Por eso esta nota me encantó y la comparto con ustedes.

Relaciones dañinas
Hay padres que son "tóxicos" para sus hijos
Richard Friedman The New York Times
NUEVA YORK. Uno se puede divorciar de un cónyuge abusivo y terminar una relación con un amante que lo maltrata, pero ¿se puede hacer si el origen de la aflicción son los propios padres?
Es cierto que ningún padre es perfecto y quejarse de los errores de los progenitores, sean o no reales, es prácticamente un pasatiempo que mantiene debidamente ocupados a los terapeutas.
Pero así como hay padres bastante buenos que, misteriosamente, producen un hijo problemático, hay personas aceptables que tienen la desgracia de tener padres verdaderamente "tóxicos".
Recientemente, una encantadora mujer de unos 60 años, con depresión, concurrió al consultorio para pedir consejo sobre cómo tratar a su anciana madre. "Ella ha sido siempre extremadamente abusiva conmigo y con mis hermanos ?dijo?. Una vez, para mi cumpleaños me dejó un mensaje deseándome que me enfermara. ¿Puede creerlo?" Durante años, la paciente trató de tener una relación con su madre, pero los encuentros eran siempre dolorosos y desconcertantes. Su madre siguió siendo duramente crítica y degradante.
No estaba claro si ésta estaba mentalmente enferma o si, simplemente, era malvada, o ambas cosas al mismo tiempo, pero sin dudas la paciente hacía rato que había decidido que la única manera de manejar la situación era evitarla a toda costa.
Ahora que su progenitora se acercaba a la muerte, ella quería realizar un último esfuerzo de reconciliación. "Siento que debería intentarlo -dijo-, pero sé que ella será malísima."
¿Debía visitarla y quizá perdonarla, o protegerse a sí misma y vivir con sentimiento de culpa, si bien injustificado? Una dura decisión y ciertamente no era yo quién debía tomarla. Pero me hizo reflexionar sobre cómo debemos los terapeutas tratar a los pacientes adultos que tienen padres "tóxicos".
El tema tiene poca o ninguna presencia en los libros de texto o en la literatura psiquiátrica, lo que quizá refleje la noción común y equivocada de que los adultos, contrariamente a los niños y los ancianos, no son vulnerables al abuso emocional.
Muy a menudo tendemos a salvar las relaciones, incluso aquellas que podrían ser dañinas para nosotros. Sin embargo, es importante evaluar si mantener una relación así es realmente sano y deseable.
Igualmente, asumir que los padres están predispuestos a amar a sus hijos de manera incondicional no siempre es exacto. Recuerdo a un paciente de alrededor de 25 años que me consultó por depresión y muy baja autoestima.
No llevó mucho tiempo saber la razón. Hacía poco que había confesado a sus padres, devotos creyentes, que era homosexual. Ellos lo repudiaron. Peor aún, más tarde, en una cena familiar, el padre le dijo que hubiera sido mejor que hubiera muerto él en lugar de su hermano más joven que había fallecido en un accidente automovilístico varios años antes.
A pesar de sentirse herido y enojado, el joven todavía esperaba ser aceptado y me solicitó un encuentro con su madre y su padre. La sesión no salió bien. Los padres insistieron en que su "estilo de vida" era un grave pecado. Cuando intenté explicar que el consenso científico era que él no tenía más opción respecto a su orientación sexual que la que tenía con el color de sus ojos, permanecieron impasibles. Simplemente no podían aceptarlo tal cual era.
Me convencí de que eran una amenaza psicológica y que tenía que hacer algo que nunca había considerado antes en un tratamiento.
En la sesión siguiente, sugerí que para su bienestar psicológico debía considerar, por el momento, evitar la relación con sus padres. Sentí que era una medida drástica, como amputar un miembro gangrenado para salvar la vida de un paciente. El joven no podría escapar de todos los sentimientos y pensamientos negativos que había internalizado gracias a sus padres. Lo menos que podía hacer era protegerlo del daño psicológico. Pero era más fácil decir que hacer. Aceptó mi sugerencia con triste resignación y, a pesar de que hizo algunos esfuerzos para contactarlos, nunca le respondieron.
Por supuesto, incluso los padres más abusivos pueden, a veces, ser afectuosos y, por eso, romper un vínculo debería ser una decisión excepcional. La doctora Judith Lewis Herman, experta en trauma y profesora de psiquiatría clínica de la Escuela de Medicina de Harvard, afirmó que ella trataba de autorizar a sus pacientes a tomar una decisión para protegerse a sí mismos sin brindarles un consejo directo.
"A veces, le decimos al paciente: «Realmente, lo admiro por su lealtad hacia sus padres, incluso a expensas de no protegerse a sí mismo del daño»", manifestó.
La esperanza es que los pacientes lleguen a ver el costo psicológico de una relación dañina y que actúen en consecuencia. Finalmente, el paciente logró una recuperación, a pesar de que la ausencia de sus padres en su vida nunca abandonó sus pensamientos.
No nos asombra. Las investigaciones sobre vínculos tempranos, tanto en humanos como en primates, muestra que estamos muy ligados a los lazos afectivos, incluso a aquellos que no son buenos para nosotros.
También sabemos que, a pesar de que un trauma infantil prolongado puede ser "tóxico" para el cerebro, los adultos conservan la habilidad de renovar sus cerebros con nuevas experiencias, incluidas la terapia y la medicación psicotrópica.
Por ejemplo, el estrés prolongado puede matar células en el hipocampo, área cerebral importante para la memoria. La buena noticia es que los adultos pueden desarrollar neuronas nuevas en esta área en el curso del desarrollo normal. También los antidepresivos alientan el desarrollo de nuevas células en el hipocampo.
No es exagerado entonces decir que tener padres "tóxicos" puede ser dañino para el cerebro de un niño, ni que hablar para sus sentimientos. Pero ese daño no necesariamente tiene que quedar escrito como en una piedra. No podemos borrar la historia con la terapia, pero podemos ayudar a reparar el cerebro y la mente al quitar o reducir el estrés. A veces, aunque suene drástico, eso significa alejarse de un padre "tóxico".
Richard A. Friedman es profesor de psiquiatría del Weill Cornell Medical College
Traducción: María Elena Rey